viernes, 27 de enero de 2012

Ya tenemos al otro finalista.


Novak Djokovic necesitó cinco sets y casi cinco horas de juego para doblegar a Andy Murray en las semifinales del Open de Australia y lograr el billete para una final en la que le espera, de nuevo, Rafael Nadal. El número 1 del mundo tiró de épica, calidad, brega y un físico limitado para voltear un partido que tenía cuesta arriba.

Novak Djokovic cumplió los pronósticos -aunque con diferente guión del previsto- para sellar su pase a la final del Open de Australia al doblegar a Andy Murray por un marcador global de 6-3, 3-6, 6-7(4), 6-1 y 7-5 tras cuatro horas y cincuenta minutos juego en un choque disputado en una Rod Laver Arena que acabó rendido ante el número 1. Resumir cinco horas de un partido de Grad Slam es prácticamente imposible. Poco tienen que ver las sensaciones del primer y el último punto porque pasa toda una vida por medio. Aunque en este caso el choque comenzó igual que acabó, con un Djokovic mostrándose superior en los momentos importantes y con un Murray que, a pesar de la notable mejora respecto a situaciones similares del pasado, adolece todavía de una fortaleza mental que sólo han demostrado tener las tres primeras raquetas del ranking.

Hubo un primer capítulo mientras ambos jugadores se mostraron físicamente perfectos. Intercambio de sartenazos desde el fondo de la pista, sacando brillo a un revés exquisito -Murray- y a una derecha martilleante -Djokovic-. El primer break llevó la firma del serbio, beneficiado por las dudas que pululaban por la cabeza de Murray al cometer una doble falta. Se concatenaron tres rupturas consecutivas, situación que permitió a Nole hacerse con la primera manga. Ahí empezó el segundo episodio, un pasaje en el que Murray pareció desfondado, hundido, perdido, sombra de sí mismo. Bajó los brazos y cedió su servicio en el inicio. Y fue Djokovic con sus fallos quien volvió a meterle en el partido. El británico se acordó de la final en Melbourne la temporada pasada, donde tiró por la borda en tres sets el trabajo de dos semanas al no mostrarse competitivo. Reaccionó sin moverse mucho por la pista, pero demostrando que con golpes de muñeca se puede hacer mucho daño. Abrochó el segundo acto tras una reacción brutal y el partido volvía a su punto de partida.

Comenzar el quinto y definitivo set sabiendo que no habrá tie-break te prepara inconscientemente para una batalla mental. El partido dejó de jugarse en la pista para hacerlo en la mente de los jugadores, de utilizar las castigadas piernas a usar las cargadas cabezas. Y ahí es donde más flaquea -aún- Murray. Cedió el saque a las primeras de cambio y se dejó ir. Tanto, que reaccionó cuando se vio con 5-2 abajo. Todo el mundo especulaba entonces con una victoria plácida en el último tramo por parte del serbio, pero el de Dunblane se empeñó en demostrar su evolución. Igualó la contienda e incluso llegó a hacerle jaque al rey (Djokovic). El balcánico salvó tres bolas de break (15-40) y acabó poniendo el broche en el juego siguiente. Un enroque propio de los grandes campeones. Y él, shows aparte, lo es.El tercer set fue el más disputado. Sin ritmo pero con tensión. Sin brillantez pero con alternativas. Con un Murray fatigado y un Djokovic arrastrándose cojo por la pista. El depósito estaba en reserva, no había cuartelillo en la lucha y aún quedaba mucho por vivir. Llegado el momento 'caliente' del acto, Murray tuvo que salvar dos 'set points' adversos para acabar llevándose la manga en la muerte súbita. Se vio por delante en el luminoso y le entró el vértigo. El cuarto set se consumió tan rápido como una cerilla, un visto y no visto que volvió a cargar la batería de ambos jugadores, máquinas que veían como el partido se acercaba a la épica y entraba en la historia de este evento ya centenario. El público, que repartió silbidos y aplausos por igual, amortizaba la entrada disfrutando de dos de los mejores artistas del momento en el deporte de la raqueta. Las novias de uno (Jelena Ristic) y otro (Kim Sears) sufrían, los entrenadores de uno (Marian Vadja) y otro (Ivan Lendl) alentaban a sus pupilos antes del último capítulo.

Después del desgaste físico sobre el mismo cemento australiano que le ha visto saborear las mieles de la gloria en 2008 y 2011, Djokovic tendrá la misión de revalidar título el próximo domingo (9.30, hora española) ante Rafael Nadal. La misma final que en los últimos tres Grand Slam (en Wimbledon 2011 y US Open ganó el serbio). Número 1 contra número 2. La final soñada por gran parte del público. El momento de reivindicarse en lo más alto -Djokovic- o de invertir una situación -Nadal- que le llevó a perder siete finales el año pasado ante el serbio.

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